sábado, 18 de octubre de 2008

Buscador de joyas


José Manuel Torío almacena en San Mamés
carros de mulas y aperos de labranza antiguos

José Manuel Torío posee en San Mamés una amplia colección de aperos de labranza, desde antiguos carros de mulas con las mallas para las mieses o con los cestos para vendimiar hasta gavilladoras, beldadoras, segadoras o una vieja sembradora que afirma, no sin sorna e ironía, que fue el primer modelo de siembra directa que salió al mercado. Algunos los heredó de su padre y de su abuelo. Otros los ha adquirido en ferias y en pueblos a labradores que querían deshacerse de lo que en un principio consideraban trastos viejos inservibles. «Ahora es más difícil hacerse con ellos porque cada vez están más valorados como reliquias que merece la pena conservar», dice José Manuel, a quien todos en el pueblo y en la comarca conocen como Torío.

El volumen de piezas que conserva es tan amplio y variado que organiza desde hace años una exposición dentro de la feria de maquinaria agrícola de Carrión. Afirma que esta muestra es más atractiva incluso que los modernos tractores. «Si ves una feria, has visto todas, pues la maquinaria casi no varía», señala Torío, que agrega que sus aperos – «entre los que se encuentran los mejores carros de España»–, siempre llaman la atención. «Los jubilados que un día los utilizaron vuelven a recordar las faenas de antaño. Los jóvenes se llevan las manos a la cabeza imaginándose el sacrificio que acarreaban las labores».

Asegura que el reclamo de su última exposición –celebrada el fin de semana del 12 y 13 de mayo– podía haber sido aún mayor de no ser por la lluvia, que obligó a suspender las exhibiciones, para las que había acercado hasta Carrión no solo a sus caballos, sino también a ‘Zagala’ y ‘Pastora’, el par de mulas tozudas y recias que compró en el 2006 en Zamora.

Con el afán de quitarse la espinita clavada, Torío prepara varias demostraciones con los animales en el mismo momento de realizar este reportaje. Cuenta con la ayuda de dos amigos: Jesús Barban, de Santillana de Campos, y Mariano Melgar, de Villadiezma. En grupo nos desplazamos al otro lado del pueblo, junto al cementerio, entre la carretera nacional y la autovía que une Burgos con León. Algunos conductores no dan crédito de lo que están viendo: una par de mulas arrastrando una trilladora.

Minutos después, ya en las eras de Samuel Escribano, los tres amigos se afanan en explicar el minucioso proceso que conlleva enganchar a los animales a cada apero. A una sembradora, primero, a una segadora, después. Siempre con máxima precaución.
Para entonces, a juzgar por los vecinos que se han acercado al lugar, la estampa virtual –pues no es la época del año para realizar estas labores– se ha convertido en un espectáculo y en una lección representativa de los esfuerzos y tejemanejes que antaño los labradores tenían que dibujar y soportar para llevar el pan a casa.
El revuelo organizado en el pueblo con los aperos y las mulas de Torío ha servido para algo más que un álbum fotográfico y unos párrafos, pues deja al descubierto el anhelo de los vecinos de que la localidad albergue un día un museo etnográfico. De momento, representantes de la Diputación Provincial han contactado con este buscador y coleccionista de joyas agrícolas. Habrá que hacer de la paciencia un don y esperar.

El Norte de Castilla
31/05/2007

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