sábado, 18 de octubre de 2008

La faceta más solidaria


El franciscano Eutiquiano Miguel, natural de San Mamés, estaba en
Nueva Orleans cuando el ‘Katrina’

Las tardes en San Mamés de Campos son muy tranquilas, quizás demasiado. Los pocos vecinos que residen en la localidad se han acostumbrado al sosiego, no obstante buscan cada día un rato de asueto y diversión.

Mientras ellos se reúnen en el teleclub en torno a una partida de mus o de tute, ellas recorren el paseo y la arboleda que conduce hasta la carretera N-120, que une León con Burgos, y que ahora apenas registra tráfico frente a la nueva autovía. De este modo, se entretienen y aprovechan para comentar los últimos acontecimientos que han acaecido en la localidad, para debatir algo que han visto en la televisión o incluso para recordar viejas historias de otros tiempos, cuando aún vivían en San Mamés muchos de esos vecinos y amigos que un día emigraron en busca de trabajo, de otro futuro y otra vida.

Entre los que se fueron figura Eutiquiano Miguel, un franciscano capuchino de la orden de Jesús de Medinaceli que hace sesenta años salió de San Mamés para iniciar sus estudios eclesiásticos en Madrid, y después trabajar desinteresadamente como misionero en diferentes zonas del mundo, como Cuba, Australia o Nueva Orleans, donde pertenece a la iglesia dedicada a Santa Teresa de Ávila y donde ejerce de capellán en el hospital Charity desde hace varias décadas.
Eutiquiano no quiso despedirse con un adiós, simplemente dijo hasta luego para tener la oportunidad de regresar de vez en cuando a tierras palentinas, para disfrutar del contacto cercano y directo con sus familiares y amigos. Así, su última estancia en la localidad terracampina fue en septiembre del pasado año, cuando regresó de la ciudad tejana de Houston, después de haber sido evacuado previamente de Nueva Orleans, donde el paso devastador del huracán ‘Katrina’ había sumido a la ciudad en el peor de los caos, convirtiéndola en un rincón fantasmagórico en el que los enfermos se multiplicaban, los cadáveres flotaban por las calles anegadas o yacían bajo el fango y los supervivientes transformaban la lucha inútil de regresar a sus domicilios en el contacto más directo con los primeros indicios de epidemias.

Después de aquellos terribles días en los que colaboró incesantemente con médicos y enfermeras en la evacuación de los enfermos, Eutiquiano regresó a San Mamés de Campos. Lejos de la tranquilidad y el sosiego anhelados, se topó con periodistas y vecinos que querían conocer la realidad de la catástrofe a través de su testimonio. Con la tristeza del trago amargo de la catástrofe y con la ilusión de haber ayudado, el franciscano explicó que lo peor, después de que el dique del canal reventara, fue trabajar en un hospital sin electricidad, sin servicios, sin agua ni comida y donde el cansancio y el calor empezaban a hacer mella.

Estando con los suyos tuvo noticias de que el temporal remitía, dando un respiro a los habitantes de la zona del Misisipi. Entonces, Eutiquiano Miguel regresó a Nueva Orleans, donde aún quedan las secuelas, las tareas de reconstrucción y el apoyo psicológico a las víctimas. Donde aún no se puede pasar página del desastre, donde la faceta solidaria y altruista se hace ahora más evidente y necesaria.


El Norte de Castilla
25/05/2006

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